VISIONS

«¡Lo ilustraré todo!», afirmó en una ocasión.

Pintor e ilustrador francés, Gustave Doré fue uno de los más fecundos e influyentes dibujantes de la segunda mitad del siglo XIX.
Sus prodigiosas ilustraciones, abarcan libros como La Biblia, La divina comedia, El paraíso perdido, El Quijote y demás grandes obras de la literatura universal, que muchos de nosotros tenemos visualmente en nuestras mentes gracias a sus dibujos.

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 Fue además un visionario con una imaginación y capacidad de observación desconcertantes, y sus dibujos fueron un ejemplo de comunicación para las masas, traspasando épocas, culturas e ideologías.

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Dicha fama traspasa fronteras y muy pronto editoras de otros países piden que ilustre las obras de Poe, Shakespeare, Dante, Milon o Cervantes. Doré se convierte en una superestrella.

 

Doré parece no haber tenido ningún límite creador: dibujante, caricaturista, ilustrador, acuarelista, pintor, escultor… se afirma de esta forma como un artista proteiforme que abarca los principales géneros y formatos de su época, desde la sátira hasta la religión, desde el croquis hasta los lienzos monumentales.

En este caso, una tragedia le acaba de ocurrir a esta familia de saltimbanquis. Una madre sujeta a su hijo pequeño que parece que ha recibido una herida bastante grave en su cabeza.

La familia está destrozada. La madre llora, el padre la mira, intentando en vano buscar un consuelo… Al fondo los compañeros del circo miran la escena con pesar. No pinta bien.

Rodean a esta desgraciada familia (una Sagrada Familia circense) un grupo de dos perros y un búho con cadenas en su pata. Arriesgándonos a darle una simbología tradicional a esto, se puede deducir que Doré representa al búho como símbolo de la sabiduría y a los perros como símbolo de fidelidad. Las cartas del suelo quizás nos hablen de los malos presagios que se han cumplido.

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Las pinturas de Doré nada tienen que envidiar a sus grabados.

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Francesca y Paolo son dos personajes del «Infierno» en la Divina Comedia de Dante Alighieri, poema épico que Doré tenía en gran estima.

Paolo Malatesta y Francesca da Rimini, contemporáneos del propio Dante, estaban muy enamorados, pero por supuesto sus familias estaban en guerra. Para negociar la paz, Francesca fue ofrecida en matrimonio a Gianciotto, una persona deformada y violenta que era el heredero Malatesta, y que por desgracia era hermano de Paolo.

Francesca y Paolo se hicieron amantes, pero fueron sorprendidos por Gianciotto y apuñalados por él hasta la muerte. Por si no fuera poco, los dos enamorados fueron condenados al infierno por su pecado, y castigados a ser arrastrados sin rumbo por una violenta tormenta en el segundo círculo del Infierno.

La expresión de tristeza en el rostro de Francesca rompe el corazón de cualquiera, pero al menos estos dos amantes estarán juntos eternamente.

La reputación de Doré como «pintor predicador» (preacher painter) se establece en el último tercio de su carrera, tras su famosa ilustración de la Santa Biblia en 1866. Poco después, emprende numerosas obras religiosas espectaculares, destinadas a la galería de la que es el cofundador en Londres, en 1867-1868, la Doré Gallery.

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Falleció en 1883 y fue sepultado en el Cementerio del Père-Lachaise de la capital francesa.

Tras su muerte dejó una obra es delirantemente extensa.

Por las características de su obra se ha considerado a Doré un visionario re-creador del periodo medieval. En sus grabados sobre madera, muestra una Edad Media sobrecogedora y delirante, poblada de sombríos bosques, de ruinas, de masas caóticas; visiones de un tardorromanticismo al uso en el campo de la ilustración.